Ad Astra: los hombres también lloran
2019, dir. James Gray
por Iván Ochoa Quezada
Hace tres años, durante una de mis solitarias escapadas al cine, fui a ver Arrival a una función de media tarde. Con la sala semivacía y sin más conocimiento que las extáticas críticas, me sumergí en la sorpresa. Cuando comenzaron los créditos finales y yo usaba el folleto de una óptica para secar mis lágrimas, un hombre pifió a la pantalla exigiendo la devolución de su plata. Se quejaba con su pareja (una mujer que compartía su mal gusto, dada su elección de hombres) de la falta de acción y explosiones. Ahí entendí que el sujeto en cuestión esperaba un derivado de Día de la Independencia, y no una reflexión sobre las dificultades de la comunicación. ¿Mal marketing? ¿Mal manejo de expectativas? Quizá una mezcla de ambas. En fin, me sirvió para visibilizar una cierta resistencia a concebir la ciencia ficción como un género meditativo, más cercano a los dramas intimistas que a las epopeyas de invasiones y espectáculo.
Ahora, hablando en serio, no quiero sonar soberbio ni presumir de superioridad moral. Lo bonito del arte es que su apreciación es subjetiva. Pero me pregunto qué pensaría ese sujeto de Ad Astra, la cinta más reciente de James Gray, siendo ésta un relato sobre la necesidad de permanecer conectados – de entender que, muy probablemente, somos lo único que tenemos. Ad Astra puede ser una experiencia muy frustrante para ese público, porque no tiene miedo de hacerse preguntas, de tomarse el tiempo para estudiar las emociones de un personaje sin demasiados artilugios. Sí, hay algunas escenas de acción para dinamizar el ritmo, pero en su corazón, ésta es la historia de un hombre (Brad Pitt) que aprende a darle espacio a sus emociones, que rompe los cánones de masculinidad y heroísmo mientras viaja millones de kilómetros para encontrarse con su padre perdido (Tommy Lee Jones). Es conmovedora, a ratos sublime, y sobretodo, necesaria.
Ad Astra se encuentra actualmente en cartelera.