Estreno: Boyhood, lo nuevo de Richard Linklater

Publicado por Geraldy Cañete en

Ampliamente celebrada por la crítica, mucho se ha dicho de una película que tuvo fuerte presencia en las premiaciones más importantes, ganando Mejor Película en los pasados Bafta y en los Golden Globe, que también reconocieron a Linklater como Mejor Director. Triunfos que significan un avance para el cine más “de autor” (si es que aún existe tal cosa) en escenarios gobernados por la industria, y una fuerte razón para alegrarse de que por fin haya llegado a nuestra cartelera.

Patricia Arquette interpreta a la madre de Mason.

Patricia Arquette interpreta a la madre de Mason.

Boyhood posee la virtud de la empatía casi ineludible provocada por el ver crecer -y envejecer- a sus protagonistas gracias a un registro que se extendió durante 12 años. La película explora las pequeñas transformaciones, heridas y aventuras que forjan la personalidad adulta de Mason (Ellar Coltrane), en un ejercicio que se centra en las a menudo severas repercusiones que las inconsistencias parentales tienen en nosotros, obligándonos a repasar aquellas vicisitudes propias que al final, más que ser meros errores, terminan formándonos.

El resultado es un relato centrado en vivencias que aunque cercanas, puestas al lado de la densidad de problemas como los superados por su madre (interpretada por una asertiva Patricia Arquette, quien recientemente se adjudicó el Oscar a Mejor Actriz de Reparto), son teñidas de una suerte de liviantad anecdótica. Aquí, el paso del tiempo convierte el crecimiento de Mason en una serie de transformaciones estacionarias, esquivando la obligatoriedad más clásica de un “conflicto central” cuya superación le entregue sentido y catarsis al protagonista (otro desafío al cine más comercial), pero también, desaprovechando la oportunidad de problematizar con la rigurosidad que amerita, el problema del tiempo como medida -o del hombre como medida del tiempo- y su registro.

La evolución tecnología es igualmente sorprendente.

La evolución tecnología es igualmente sorprendente.

El acento que pone Linklater en la inevitabilidad del paso del tiempo, y los cambios que esto nos significa, resulta en un personaje cuidadosamente individualizado, diferenciado en sí mismo, un personaje al que le “ocurren cosas” pero que en cambio, hace ocurrir muy poco. Contrario, nuevamente, a su madre, una mujer que debe cargar con el peso de tres hombres emocionalmente -y en ocasiones materialmente- dependientes e incapaces, al tiempo que criar a sus dos hijos y ser económicamente estable, y quien al final termina despojada de la compañía de todos a quienes cuidó, enfrentándose a la necesidad de replantear sus prioridades y aspiraciones en la tercera mitad de su vida.

Y aunque es discutible que la “pasividad” de Mason se deba ampliamente a que se trata de un niño, al retratar sus conflictos como pormenores episódicos frente al panorama más general que es el crecer, eludiendo detenerse en los conflictos más potentes y en cambio, insistiendo en hacerlos ver casi fútiles respecto al transcurrir temporal, Linklater deja en evidencia ese modo de entender el mundo -y el arte-, como el lugar de los individuos separados de su propia historia, más preocupado por las posibilidades expresivas del lenguaje que -como diría Ranciére- del potencial emancipador del arte en tanto objeto cultural.

Mason también quiso ser Emo.

Mason también quiso ser Emo.

Una película que aunque formalmente interesante, se deja llevar por su propia autofascinación haciendo aparecer sus inconsistencias reflexivas. O mejor dicho, ofreciendo una mirada desalentadora para aquellos que aún consideramos al cine como un lugar de resistencia frente a los discursos individualizantes.

 


Geraldy Cañete

Realizadora de Cine & TV Me gusta el cine, los gatitos y la filosofía, Con tendencias adictivas a las series de TV y las papitas.