Voyager, de Nona Fernández. 

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Voyager, de Nona Fernández.

Por Maori Pérez.

 

Por una enfermedad de su madre, Nona Fernández accede a contemplar una especie de scanner cerebral  en el instante en que ella, su madre, está pensando por instrucción del médico en algo feliz. La pantalla del scanner se parece a un cielo estrellado (específicamente, el del norte de Chile) y la cosa feliz que pensó fue el nacimiento de Nona. De este modo parte este ensayo, slash documental de la cultura entretenida, slash novela de autoficción.

 

Más allá de quedarnos pegados con el recurso autorreferencial para dar continuidad a los tópicos de Voyager, cuestión que no se repite demasiado en el transcurso de esos tópicos, me interesa retomar ciertas cosas de la crítica al verano sin hombres de Hustvedt, describir un poco el ensamblaje del libro (el por qué digo que es una suerte de documental) y finalmente preguntarme por la figura de la mujer en el temario y las decisiones del libro.

 

Ya va siendo un hecho científico que si un escritor se manda un libro célebre, el siguiente será holgado, escribirá de lo que desee.

Pasó con la segunda novela de Siri Hustvedt, y me pregunto si no será el mismo caso con el libro siguiente a La dimensión desconocida. El ensayo es un género que ciertamente da para dormir en los laureles. Se trata de pensar nada más, ¿no? Pero al igual que con El verano…, Fernández escribe con libertad pero también arma algo, algo que tiene un sentido cronológico (cual debe tener toda obra literaria) y de conjunto, y que va mostrando, entreteniendo, educando y politizándose. Cabe notar que no todo pensamiento puede entrar en el lugar del ensayo, y los que entran, por ende, no lo hacen en cualquier orden. Por lo mismo, la autora se politiza ejemplificando: viaja al desierto por un gesto de memoria a los detenidos desaparecidos, y va nombrando a todos los muertos conmemorados, mas, se centra en uno, se ocupa de un ejemplo particular. (No deja de ser tétrico que cada vez que la gente hace esto, una lista de muertos detenidos desaparecidos, no sean más que nombres, cual estuviéramos leyendo la página del ISBN).

Lo que nos conduce a capitular el género. Digo que es como un documental de la cultura entretenida, a la par de un ensayo, y además una novela de autoficción, porque el libro no tiene bibliografía. No es un ensayo de pensamientos, y conceptos, que se compara o cita a otras aventuras del pensar o de las ciencias. El libro relata diversas escenas en la vida de Nona Fernández, considerando el significado de estas escenas para la metáfora que busca plantear. Así, aparece este momento del scanner, lo que nos lleva a la astrología y astronomía (y surge el nombre de Carl Sagan), y de eso terminamos en el desierto de Atacama, con un viaje más o menos solemne en bus. Los capítulos están titulados como signos del zodíaco, apoyando esta tesis de que todo esta conectado y que muy afuera es lo mismo que muy adentro.

Pero lo que más me llama la atención es la opción temática en relación con la figura de mujer. ¿Es cliché que una mujer o un homosexual se refieran a la astrología? ¿Es cliché que una artista utilice un recurso autorreferente o que refiera a series de los ochentas? ¿O es empoderante que ellas hagan autoficción y ensayo, que el pensamiento y la razón ya no pertenezcan al patriarcado, extendiendo los límites de estas mismas herramientas? Recuerdo un segundo libro con el que se puede comparar, Teoría King Kong de Virginie Despentes, comparar sin igualar, porque es una otredad mucho más desordenada y contradictoria. El libro de Nona Fernández es simple, logocéntrico, pequeño, suficientemente cotidiano, y logra cuajar. Incluso, en lo único que se parece a la Teoría…, es en que ambas autoras son mujeres. ¿Será posible decir, pese a todo, que ambos libros son feministas?

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