El Infiltrado del KKKlan – En Cartelera
Lo último de Spike Lee es una mixtura de ironía y terror, una historia de espionaje con el encanto setentero de los mejores exponentes del género contada con el sarcasmo agudo de quien entiende la ingenuidad de Ron Stallworth y la futilidad de su lucha. El Infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman) contrapone las múltiples crisis identitarias contenidas en la historia real del primer policía afroamericano en Colorado que además, logró infiltrarse con éxito en el Ku Klux Klan.
La narración de Lee está llena de contradicciones. La película comienza con un mal articulado discurso de odio del doctor Kennebrew Beauregard (Alec Baldwin), en oposición a la elocuente reflexión sobre la representación de «la cultura negra y su herencia africana» en la cultura pop que nos da Kwane Ture (Corey Hawkins) a propósito de Tarzán. Stallworth es constantemente emplazado a defender su vocación policial aludiendo a la necesidad de «cambiar las cosas desde dentro», actitud que comparte -irónicamente- con David Duke (Topher Grace) quien también comprende la importancia de tener a los aliados en posiciones de poder. La hermandad que predican los colegas de Stallworth les sirve también de excusa para avalar los abusos de poder, el sexismo y el racismo de sus compañeros, otro ejemplo de indiferencia disfrazada de camaradería.
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Aunque quijotesca, bajo de dirección de Lee la historia de Stallworth (John David Washington) enfrenta la violencia real y simbólica de un país marcado desde su origen por el racismo con el encanto de un héroe pillo, que se da el lujo de usar aquello que supuestamente lo hace inferior: su piel; para combatir sin violencia a los líderes del Klan. La odisea de Stallworth es justa y entretenida de principio a fin. Un tono muy similar al que utiliza Lee para enfrentarse a los gigantes del cine Hollywoodense denunciando sus inconsistencias ideológicas y miserias humanas. Subrayando la importancia que la representación, en especial aquella que ocurre en un medio de alcance tan masivo como el cine, posee en el ethos social. Lucha que posee más de un paralelo con la de Stallworth pero que también roza el conflicto de otros de sus protagonistas: Flip Zimmerman (Adam Driver).
Como sospecharán, Stallworth no se infiltró en el Ku Klux Klan personalmente. Su relación con los miembros de la «organización» se dio a través del teléfono, cuando llamó para solicitar más información sobre tan ilustre institución. Para las interacciones cara a cara el enviado fue Zimmerman, su colega judío-americano que jamás había caído en cuenta de su origen hebreo hasta enfrentarse a las sospechas del Klan, especialmente Félix (Jasper Pääkkönen). Justamente porque su color de piel se lo permite, Zimmerman tiene el lujo de olvidar su ascendencia. Pero su compañero insiste en que reaccione a la violencia de la que también es víctima , o sería víctima si Félix logra confirmar sus sospechas. Emplazamiento que puede también extrapolarse a la nombrada presencia judía en la industria.
Y por último, a su vocación paródica se contrapone el horror de entender que a cuarenta años de la historia de Stallworth el panorama sigue siendo el mismo. Quizá incluso peor. Porque aquí el humor no es un accesorio y está lejos de ser un alivio: es simplemente la única herramienta que nos queda para usar frente a un clima sociopolítico que parece insuperable. Este equilibrio es lo que convierte a BlackkKlansman en uno de los mejores trabajos de Spike Lee y uno de los pocos estrenos del año que vale la pena ir a ver.