The Thing (1982) [Ciencia Ficción]

Publicado por Carlos Ochoa en

Las grandes películas siempre pueden evocar varias lecturas. Pueden funcionar como metáforas sociales, políticas y culturales, y espejos del tiempo que las produce. En este ámbito, las películas de horror son particularmente elocuentes. Entonces, si en los años 40 y 50 la ciencia ficción y el horror reflejaban el pánico de la Guerra Fría y la amenaza comunista (el miedo a la invasión “extraterrestre”), a finales de los 60s y 70s la mirada se vuelca hacia el núcleo del sueño americano: la familia, literal y figurativa. Nuestros niños son malvados, demoníacos; nuestras hermanas son capaces de venganzas horrendas. Y en los 80s, con el cambio de paradigma que supuso el triste advenimiento del SIDA como epítome de las enfermedades venéreas, el horror se adentra aún más: está en nuestra propia sangre – en no saber si el otro está infectado.

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Éste es una de las lecturas en que The Thing -ahora disponible en Netflix- calza perfectamente. La paranoia, la desconfianza mutua de un grupo de científicos aislados en la Antártida cuando son infectados por un hostil organismo capaz de imitar a sus víctimas – es tanto una aterradora metáfora de esa desconfianza colectiva como una curiosa adaptación cinematográfica (intencional o no, los paralelos son admirables) de las ideas que Jean Baudrillard postulaba, un año antes del estreno de la película, en su libro seminal Simulacro y Simulación. Al mismo tiempo, es evidente que en esta versión de The Thing debía existir un mayor énfasis tanto en la presencia masculina (el sector demográfico más afectado) y el horror corporal: el gore, la mutilación corporal, la abundancia de la sangre derramada, son signos de los estragos físicos que causaba una enfermedad muy poco comprendida; una enfermedad que deformaba, que reducía a sus víctimas, y que, en su peor momento, fue tan monstruosa y amorfa como aquella que Carpenter tan lúcidamente puso en la pantalla.

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Por supuesto, el prisma del SIDA no es el único bajo el cual la cinta puede ser leída. Funciona también como metáfora política, siendo los 80s aún una época en que Estados Unidos luchaba fervientemente contra el comunismo, y donde la huella que dejó el McCarthismo y su cacería de brujas seguía vigorosamente vigente.

El pesimismo del final de la película arrastra la cosmovisión de la época más cínica y consternada del cine norteamericano (los 70s), con exponentes como el notable remake de Invasion of the Body Snatchers (1978). No podía terminar de otro modo. ¿Cómo podrían nuestros héroes derrotar con certeza al enemigo y celebrar tranquilos si ni siquiera habíamos logrado entenderlo por completo? ¿Cómo podríamos aseverar que la amenaza fue erradicada? ¿Cómo podríamos caer en la ingenuidad de tener esperanza?


Carlos Ochoa

Realizador de Cine & TV y sucedáneo de crítico. Mi premio Oscar sigue retenido en aduana.